martes, 26 de enero de 2010

11

(Nota:
Léase escuchando la canción del final)

Ahora solamente hay palabras y los fantasmas, igual que la fiebre, entran en casa sigilosamente. El sonido de la fiebre está subiendo y su murmullo, otra vez más, se convierte en palabras, todo se transforma en palabras aquí.

Dentro.

En mi cabeza.

En estas páginas.


Sucede desde que estuve bajo la nieve.

Ahora el sentido de suspensión de la realidad aumenta,  se amplifica dentro de mí, me hace flotar. Esa sensación de flotar es semejante al de una nube en medio de esta habitación. En momentos así los fantasmas o, más bien, el fantasma, el suyo, entra en casa. Su fantasma entra en casa sin que pueda darme cuenta.

Entra cuando Hotaru no está, lo hace a través de palabras.

Así, lo hace así:

 

La electricidad tiene un sonido propio y es parecido a la corriente constante de la fiebre dentro de un cuerpo. Ese sonido suele ser continuo aunque a veces no lo es. El sonido propio de la electricidad (por ejemplo el de la corriente que alimenta la bombilla de una lámpara de lectura) se parece en mucho al ruido debido a su carácter casi permanente (el ruido, por otra parte, es muy parecido al miedo).

Ese ruido me acompaña desde la adolescencia o desde cuando estudiaba en la universidad (por ejemplo al llegar tarde a casa después de haber bebido una combinación de sake barato y cerveza Asahi de oferta. Cuando buscaba que alguien me dijera que estuviera tranquila o era yo quien, buscando una boca, decía a otra persona: No te preocupes, no tengas miedo).

Entonces, sola, me metía en la cama y escuchaba.

Durante esas noches, de vuelta a casa, descubrí el sonido de la electricidad. Identifiqué esa monotonía asonante como uno de los códigos que emplea el ruido para tomar posiciones dentro de nuestra conciencia y de ahí pasar a las zonas más oscuras de algo que ya no es entendimiento y que se transforma y muta dentro de nuestro cerebro, en nuestra percepción del ruido de fondo que hay en las cosas.

Ese ruido que lo es todo.

En aquel tiempo, el sonido de la electricidad consiguió un espacio en mi interior. Se convirtió en un sentimiento de inquietud no definida pero que, de alguna forma desde entonces, traduce o saca a flote algo que ya estaba dentro. Ese sonido es semejante al uso de las palabras que, si soy sincera, son artefactos que producen claustrofobia en el flujo de pensamientos, en los deseos.

Los deseos.

Nada tiene que ver esto con el sonido de la electricidad en la infancia. En realidad, entonces, no existía ese ruido, no era percibido porque las emociones aún no habían sido programadas para la intranquilidad o el sentimiento de estar dentro de una caja propios de la edad adulta. La electricidad en aquel tiempo era algo físico, algo que se traducía en luz, en la alimentación del aparato de televisión o radio, en el escalofrío y en el temblor más bien caliente que producía la electricidad cuando de niña metía los dedos en un enchufe y me provocaba una sensación de calambre o cortocircuito emocional, algo definitivamente erótico y extraño en la niña que era yo, sorprendente para una niña, una niña con los ojos absortos en la pared, con la mirada puesta en esos dos agujeritos fascinantes del enchufe donde, más allá de ellos, tenía lugar algo relacionado con la luz y la energía y la muerte.

La muerte siempre ha sido algo hipnótico. 


Así entran las palabras de un fantasma dentro de tu cabeza, así lo hacen.

Sigilosamente.

Igual que la fiebre.

Son eso.

Fiebre.

Una alucinación que se amplifica dentro.

Dentro de mí.

En la cabeza.

A veces en otros sitios de mi cuerpo.

4 comentarios:

  1. tú eres un fantasma

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  2. El anónimato sí que es fantasmal.
    Fdo: El responsable del bog

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  3. el sonido continuo y por momentos asficciante se complementa con el tipo de imagen experimentada .te permite acceder a una estetica nueva . estetica de video arte. es extraño y agradable.

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