jueves, 7 de enero de 2010

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Ayer llegó a casa muy temprano, a las cuatro de la tarde. Llovía. Se quitó el vestido y se quedó en ropa interior. No se deshizo de sus calcetines porque decía que tenía los pies fríos. Entonces encendí la calefacción. Hotaru paseaba por casa medio desnuda hasta que se puso una camiseta de rayas y se dedicó a mirar por la ventana.

Miraba hacia fuera y sonreía.

De la calle venían ruidos de coches y la voz del hombre que suele vender frutas y verduras en un pequeño puesto debajo de la ventana del segundo piso. Hotaru hablaba de la necesidad de pintar las paredes de casa y decía que estaba pensando en comprar unos billetes para viajar en verano a Europa. Decía que quería volver a Londres y pasear por Shoreditch y observar los ciervos de Richmond Park.

Mientras tanto yo estaba escribiendo. Escribía sobre las palabras que son ruido, igual que Kawamura. O sobre palabras que son miedo.

Después quiso hacerlo y no supe cómo reaccionar. Me llevó a la habitación donde no había dormido la noche anterior y lo intentó pero yo no pude.

Yo pensaba en palabras. En palabras que, por ejemplo, nadie comprende o que, sencillamente, se convierten en interferencias. También estaba con la cabeza en otras cosas. Por ejemplo, en mujeres con maleta por la calle.

He visto muchas mujeres con maleta en los últimos días.



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